








/La catarsis de una banda llamada Incendiariat
Por: Alejandro Ramirez
Incendiariat es una banda de m úsica bogotana que utiliza voces desgarradas, pausas y una serie de sonidos que cuando se mezclan lanzan una oleada de fuerza proyectada en su música. De izquierda a derecha se encuentran: Santiago Quevedo (guitarra), Darío Molina (batería), Miguel Castro (vocalista), Santiago Erazo (bajo) y Pedro Ramírez (guitarra).
Los lugares donde se presentan las bandas punk, hardcore-punk o screamo (géneros musicales con sonidos estridentes, y que comunican desde mensajes políticos hasta mensajes emocionales) son sitios con un carácter clandestino. La mayoría de ellos se dan en la localidad de Chapinero o Teusaquillo. Estos lugares varían entre teatros o salas de ensayo, que en su mayoría tienen un espacio limitado, aquí reciben a cierta cantidad de personas y son poco iluminados.
Las influencias musicales de bandas como Incendiariat es el post-rock, screamo, power violence, sonidos ambientales, entre otros. Independientemente de los sonidos y sus significados, este tipo de bandas crean un sonido propio. “Componer para Incendiariat es jodido…es escribir-borrar, escribir-borrar. Es enfrentarse a escribir algo y decir: ¡uy marica! Podría haberle trabajado a tal cosa o tal otra”. Asegura Santiago Quevedo.
Muchas bandas de hard-core están inscritas en algún sello disquero, o si no, tienen algún lugar de preferencia para ensayar. Un sello representativo del hard-core colombiano fue Step-down Records, este se disolvió en agosto de 2014 después de más de 8 años de trabajo. También está “Towers of acre” de Bogotá o “Vegan records” de Argentina, los cuales ayudan a sacar nuevos trabajos discográficos de las bandas antiguas y emergentes.
Las bandas como Incendiariat producen su propio material, no los patrocina ningún sello discográfico. Entre todos los miembros reúnen dinero para los ensayos y las grabaciones de sus canciones. “Para consolidar un producto, en este caso musical, hay que tener mucho juicio y disciplina… estamos acá y si hemos sobrevivido a este experimento musical ha sido por una emoción, el amor y el cariño que se le toma a la banda”, asegura Dario Molina. Pedro Ramírez afirma que “mensualmente es muchísimo dinero, el tiempo es total y ha llegado el punto en mi vida en que todos mis amigos y todas mis relaciones son con gente con las que estoy envuelto creativamente, o pensando el arte de la banda o haciendo música para la banda. Hay un punto en que esto se convierte, no como algo que uno hace, sino lo que uno es y no puede dejar de hacer”.
La música que hace Incendiariat no es algo pausado ni tranquilo, sus sonidos y sus letras están cargadas de pesadez. “Yo creo que la música es una especie de oleada muy fuerte en los sujetos. Siempre la música va a generar una especie de realidad alterna a la realidad concreta…Pienso que las canciones de nosotros podrían llevar al sujeto que la está escuchando a un universo de sentido propio. La música tiene un potencial transformador en los sujetos”, asegura Miguel Castro.
Los movimientos como el punk, género musical que nace en 1970 en Estados Unidos enfocado en criticar y contradecir los problemas políticos del momento, o el hardcore-punk, con unos sonidos más fuertes y, en muchos casos, con mensajes en contra de la cultura o valor imperante de la sociedad neoliberal, están inscritos en movimientos contraculturales. Uno de ellos es el hard-core straight-edge, que se enfoca en el no consumo de drogas, la no promiscuidad y ser abstemio como respuesta a una sociedad que acepta el consumo de drogas y la promiscuidad como práctica cultural. También está el DIY (Do it yourself) que significa –hazlo tu mismo-, como movimiento separado de las reglas del mercado y la sociedad de consumo para realizar proyectos musicales o no musicales.
Otro movimiento es el vegetarianismo y veganismo como propuestas para reconocer a los animales como seres que merecen respeto y dignidad. Muchos de estos espacios contraculturales proponen el rompimiento entre las divisiones de especie, raza, género o tipo de pensamiento sin estar inscritos en sesgos ideológicos o religiosos.
El hard-core llega a Colombia a mediados de 1990 como movimiento en construcción. Las primeras bandas tocan en espacios poco conocidos, como bares, bodegas o centros comunales que ya no existen. Solo hasta finales de 1990 y comienzos de los 2000 se consolida una gama de bandas, algunas siguen vigentes en la escena nacional, tales como: Reacción propia, Resplandor, Dar a cada uno lo que es suyo, Abismo, Ataque en contra, etc.
Algo con lo que luchan las bandas con un carácter autogestivo e independiente, donde sus integrantes no viven de la música, y no reciben ningún apoyo externo a ellos, es la unión, el poder seguir siendo una banda unificada a pesar de los proyectos de vida de cada integrante. “Uno no le ve fecha límite a la banda, uno no piensa: me voy a graduar y conseguir trabajo y la banda va a quedar de lado, no” dice Santiago Quevedo. “Yo muchas veces he pensado: me toca hacer una maestría como sea fuera del país, y digo como, ¡uish Incendiariat! ¿qué va a pasar con eso? Todos lo pensamos”, asegura Miguel Castro.