top of page

 

 

 

 Un recorrido por el lado siniestro de la universidad.

 

“En toda la universidad asustan. Y  más acá que hubieron seis muertos durante la construcción” me dice una monita a la que le pregunto si alguna vez la han asustado dentro del campus, mientras caminamos por el primer piso del edificio Mario Laserna. “No más en este piso asustan, al fondo por el lado del auditorio.”

Los Andes tiene un amplio sistema de seguridad que cuenta con perros con bozal, guardias armados dentro y fuera de la universidad, cámaras que siguen los movimientos de cada estudiante y un sistema de torniquetes que permite la entrada solo a personas que porten el carné de la universidad. Pero cuando llega la noche y las luces se apagan ese mismo sistema de seguridad queda indefenso ante la presencia de visitantes del más allá, poniendo el escepticismo a prueba.

Algunos de los edificios que conforman el campus tienen una historia oculta desconocida por los estudiantes. El bloque B, por ejemplo, fue el principal pabellón de la antigua cárcel El Buen Pastor hasta que lo adquirió la universidad. Del mismo modo, el bloque Rga también estuvo relacionado con El Buen Pastor funcionando como sede del asilo de mujeres hasta 1939, cuando lo adquirió la cervecería Germania S.A. 

 

 

Cortesía: Gerencia del campus. 

“A una la asustaron en la sala de cómputo del B, ella estaba limpiando la sala cuando pasó un monito,  la saludó y siguió de largo. Ella lo saludó normal y siguió limpiando,  después vio pasar una sombra blanca y al rato llegó un profesor, ella le comentó que había visto un monito y él le dijo que sólo estaban ellos dos, pero que a él también lo había asustado” comenta Carmen Herrera, 

aseadora de la universidad desde hace 2 años.

Otro lugar de la universidad que cuenta con una historia para muchos desconocida es el campito de San José. Este fue fundado en 1883 por la congregación de hermanas de la caridad de la presentación de la santísima trinidad, y funcionó como convento y hospital que sirvió como manicomio para cuidar pacientes psiquiátricos que eran atendidos por las hermanas. “Yo me quedo algunos días hasta las 9 o 10 de la noche a estudiar piano en la sala de conciertos”. 

Me cuenta Felipe Ortíz, estudiante de música. “Un sábado como a las 9 de la noche, mientras estaba en el salón tocando piano, comenzaron a tocar la ventana en el auditorio. Yo comencé a mirar si había alguien escondido y no había nadie. También la cortina comenzó a golpear la ventana como si hubiera viento pero todas las puertas estaban cerradas. 

Seguí tocando media hora más hasta que la puerta comenzó a abrirse a pesar de que yo la aseguraba. No creo que haya sido el celador porque él pasa cada hora y yo salía a revisar y no había absolutamente nadie afuera.” 

 

Cortesía: Facultad de arquitectura. 

/ Uniandes paranormal

Por: Daniela Gómez

/MAPA

bottom of page