top of page

/Más que pan y chocolate

Por: Nathalia Valencia

Llorar durante horas picando cebolla para hacer un guiso, madrugar el domingo, salir hacia algunas de las calles más peligrosas de Bogotá, gritar “¡Buenos días, desayunito!” y sonreír a quienes salen de sus cambuches, hasta ahora despertando. 

Son las cinco de la mañana de un domingo cualquiera. Mientras la ciudad duerme, Nancy, Diana, Luis y los voluntarios de Desayunando Ando preparan 160 desayunos para habitantes de la calle. Parece un domingo cualquiera, pero no lo es para Gabriel, “el ñato” y los demás beneficiados de la asociación. Ellos cuentan desde hace dos años los veintiún días que los separan de un desayuno limpio y caliente y de un saludo amable y humano. 

A las siete de la mañana empieza la ruta de dos carros repartiendo los desayunos. Estos  incluyen arroz, un principio (pasta, lenteja o frijol), dos huevos pericos, pan y chocolate.

Las mascotas de los habitantes de calle también se benefician: reciben una porción de concentrado.

“Pero, venga, espere. Si nos va a tomar foto tengo que arreglarle el gorro. Sonría mijo, sonría que nos van a sacar foto”

“¡Llegó la sagrada familia!” exclama emocionado Gabriel, un habitante de calle invidente que recibe dos porciones de desayuno en cada jornada: “Don Luisito, yo pido más que deme, pero ¿no tendrá mil pesitos?”.

Nancy García, una de las fundadoras dice: “Desayunando Ando es una iniciativa ciudadana que pretende retornar algo de todo lo que hemos recibido. Es hacer algo por unos hermanos caídos en desgracia sin juzgarlos.” Su hermana Diana, también fundadora, completa: “Pero nosotros, a fin de cuentas, recibimos mucho más: ellos nos dan amor  y alegría: todo lo que no se compra con dinero”

Desayunando Ando desde su fundación ha doblado la cantidad de desayunos que brinda: “Empezamos con 80 y ahora podemos dar más o menos 160. Hemos crecido bastante, incluso recibimos donaciones de Estados Unidos (…) es que lo hacemos con mucho amor” Luis Vanegas.

“Está bien rico. Siempre es rico”

“Venga, deme otro chocolatico que tengo mucho frío”. “Bueno”, dice Diana, “pero al escondidito porque si no todos  quieren repetir, y muchas personas nos están esperando todavía”

“Yo comparto con ellas, pero deme las pepitas que a mí me las reciben más tarde”.

La asociación funciona gracias a las donaciones. Cada tres semanas requieren de al menos 12 kg de arroz, 16 litros de leche, y 320 huevos entre otros ingredientes.

 

 

“A veces nos han dicho cosas horribles los transeúntes: una vez nos dijeron ‘póngales veneno’: a la gente se le olvida que son seres humanos. Y nadie es nadie para juzgar.” Diana García

“Alguien igual a mí, pero menos afortunado que yo”: Nancy García

“A veces yo pienso que ese granito de arena que representa ese desayunito puede cambiar vidas. ¿Qué tal que alguien piense: ¿y yo por qué no desayuno así todos los días? Y cambie su forma de vida?” Luis Vanegas.

“Es para nosotros un deber sagrado ir cada tres semanas. Todos trabajamos y a veces no es tan fácil, pero igual vamos. Sólo una vez faltamos, y ellos se sentaron a esperarnos y se los llevó la policía. A los ocho días, cuando fuimos, nos hicieron el reclamo. Ellos cuentan los días, y por eso para nosotros es tan importante cumplirles” Diana Garcia.

Diana, Luis, Nancy (primera, tercero y cuarta de izquierda a derecha) y los demás voluntarios de la jornada, al terminar de entregar los desayunos.

 

bottom of page